“” Los EEUU, el Estado más poderoso de la tierra, sufren la presión de
los acreedores reales o potenciales, que son designados con la expresión
anglosajona “bond vigilantes”. Los llamados
“vigilantes de los bonos” son los fondos de inversiones de alto riesgo, los
grandes fondos de inversiones ordinarios, los fondos anglosajones de pensiones
y otros inversores institucionales, que constituyen una multitud amenazante
global dispuesta a “colgar en la picota a
los políticos derrochadores” y a los banqueros centrales que hacen la vista
gorda, aclaraba un analista de la revista financiera de referencia Market
Watch, las páginas digitales de The Wall Street Journal.
Esta es una expresión corriente hoy en la prensa financiera,
acuñada a principios de los ochenta por Ed
Yardeni, cuando
los tenedores de bonos del Tesoro estadounidense ya afrentaban a los EEUU por
su alto déficit. Como presidente de una firma relevante de asesoramiento
bursátil Yardeni Associates, este experto suele ser citado como un referente
por los informadores especializados en el mercado de los bonos soberanos. En
una entrevista del Financial Times de enero de 2010, el citado Ed Yardeni
sostenía que el mayor riesgo entonces para una recuperación sostenible de la
economía estadounidense, era que los inversores en bonos perdieran la confianza
en las autoridades monetarias y fiscales, lo que podría elevar los tipos de
interés y desacelerar la economía de modo apreciable. Y subrayaba la presión que
ejercen los inversores sobre los mercados de bonos corporativos y soberanos,
considerando que ya no se trata de un grupo estadounidense de inversores sino
global en la medida en que los países han aumentado su endeudamiento
sistemático.
Un año después, desde Nueva York el reportero del mismo periódico
decía que los famosos “vigilantes” de los mercados de bonos habían decidido
dejar sentir su presión sobre el creciente déficit fiscal en los EEUU,
confiando en que aumentara la rentabilidad de los bonos a diez años. E citaba a
otro referente de este mercado, Bill Gross, máximo ejecutivo de la poderosa
firma gestora del mayor fondo de inversiones en bonos, Pimco Total Return, que había hecho sonar la voz de alarma,
advirtiendo a los inversores de los riesgos del aumento de un gasto público que
era el responsable de la mayor parte del déficit, según su opinión; porque
consideraba que las causas primarias eran la mayor inflación, un dólar débil y
la eventual pérdida de la tiple A en calificación crediticia de la deuda
estadounidenses. Ocho meses más tarde de esas manifestaciones, en agosto de 2011 los
bonos del Tesoro estadounidense a diez años perdían esa máxima calificación
para Standard & Poor´s.””
(texto tomado del libro
El casino que nos gobierna, págs.
296- 297)